La encefalopatía portosistémica, también conocida como encefalopatía hepática, se trata de un desgaste de la función cerebral ocasionado por sustancias tóxicas que, acumuladas en el torrente sanguíneo, llegan al cerebro. En condiciones normales, el hígado debió desechar estas sustancias del organismo. Este síndrome neuropsiquiátrico se produce cuando una persona padece desde hace mucho, es decir de forma crónica, una enfermedad en el hígado.
Causas de la encefalopatía portosistémica
Entre las causas frecuentes que desencadenan la encefalopatía portosistémica se encuentra la alta concentración intestinal de proteínas y el estrés metabólico agudo producido por hemorragias digestivas, infecciones o por desequilibrio electrolítico, en una persona que tenga una derivación portosistémica.
Síntomas y desarrollo de la encefalopatía portosistémica
Un paciente que desarrolle encefalopatía portosistémica presentará especialmente síntomas neuropsiquiátricos. Es decir, mostrará evidencias del deterioro de su función cerebral. Estará confuso, desorientado y somnoliento, tendrá cambios de personalidad, de comportamiento y de estado de ánimo. Es común que el aliento de una persona con este tipo de encefalopatía tenga un olor rancio dulzón.
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En la etapa inicial de la enfermedad se empiezan a presentar cambios leves relacionados con el pensamiento lógico, la personalidad y el comportamiento. El sueño se ve alterado, así como el estado de ánimo. Se pierde la capacidad de raciocinio y se dificulta la concentración. Además se pueden presentar otros síntomas, como depresión, ansiedad e irascibilidad.
Cuando el trastorno va avanzando aparece la asterixis, esto se refiere a la alteración neuromuscular en la que involuntariamente hay interrupciones rítmicas de contracciones musculares voluntarias. Razón por lo que las manos no se pueden mantener quietas al estirar los brazos y aletean bruscamente. Incluso, ante algún estímulo como una luz, un ruido o un movimiento, los músculos se sacuden de forma involuntaria, este síntoma se llama mioclonía. En este punto de la enfermedad aumenta la somnolencia y la confusión, mientras que se enlentece la capacidad de moverse y hablar. La agitación y el nerviosismo se presentan con menor frecuencia.
Cuando la función hepática continúa deteriorándose, el paciente presenta pérdida de conocimiento y entra en coma. Usualmente, en este estado, las consecuencias son mortales. No obstante, con un diagnóstico temprano de la enfermedad y con la administración de un tratamiento adecuado, la encefalopatía portosistémica se puede revertir. Es más, sí es posible conseguir una recuperación completa, sobre todo si la causa del trastorno es reversible. Pero cada caso es particular, y las personas con enfermedades hepáticas crónicas son propensas a tener episodios de encefalopatía portosistémica. Por lo que ameritan tratamiento continuo.
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