La encefalopatía hipertensiva aguda representa el fracaso en la autoregulación del flujo sanguíneo cerebral provocado por un aumento en la presión arterial sistémica. Este fallo conduce a la distensión de pequeños vasos distales, lo que a su vez interrumpe la barrera de sangre del cerebro y provoca la fuga de proteínas y agua desde los capilares hacia el tejido intersticial, resultando en un edema vasogénico.
Los signos y síntomas neurológicos inducidos por la hipertensión se refieren a cualquier déficit focal que se asocie con la hipertensión, por ejemplo un infarto lacunar o una hemorragia hipertensiva en los ganglios basales. El nivel de elevación de la presión sanguínea que resulta en encefalopatía hipertensiva es variable, pero generalmente se requiere una presión diastólica mayor de 130 mmHg. El rápido aumento de la presión arterial en un paciente no hipertenso es más probable que resulte en manifestaciones de encefalopatía hipertensiva que si ocurre en un paciente hipertenso crónico.
Esto explica por qué una mujer embarazada con una presión arterial diastólica de 100 mmHg o inferior puede tener encefalopatía hipertensiva, al contrario de un paciente con hipertensión crónica y una presión arterial diastólica superior a 150 mmHg. A pesar de esto, se plantea que la gran mayoría de los pacientes generalmente tienen antecedentes de hipertensión. En pacientes con hipertensión crónica suele desarrollarse encefalopatía cuando no se ha estado tomando la medicación según lo prescrito.
Síntomas de la encefalopatía hipertensiva
La presentación clínica de esta condición suele incluir:
- dolor de cabeza,
- náuseas,
- vómitos,
- confusión,
- somnolencia
- o un evento epiléptico.
Los síntomas se manifiestan durante varios días en diversas combinaciones e intensidad. Pueden progresar a estupor, coma y muerte si no se tratan correctamente. Los síntomas focales como la afasia o una hemiparesia transitoria son poco comunes, pero las quejas visuales como borrosidad y defectos en el campo visual son frecuentes durante la evolución clínica.
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La cefalea es el síntoma más común, ya que ocurre en más del 75 por ciento de los pacientes con encefalopatía hipertensiva. El inicio gradual de los dolores de cabeza por la mañana acompañados de náuseas y vómitos es un evento típico.
Si se acompaña de un trastorno neurológico focal explícito, se debe sospechar una hemorragia localizada o un accidente cerebrovascular isquémico. Los trastornos visuales ocurren aproximadamente en 4 de cada 11 casos. Estos pueden variar desde una visión borrosa no específica, ceguera al color, defectos del campo hemivisual hasta la ceguera cortical.
Las alucinaciones visuales, el deterioro del reconocimiento facial, la disfunción del lóbulo parietal con un comportamiento inadecuado, el rechazo a la ceguera, entre otros trastornos, pueden estimular la inyección de drogas, la migraña compleja o incluso una enfermedad psiquiátrica.
En general, la presencia de síntomas predominantemente globales o difusos con quejas visuales frecuentes y la presión arterial marcadamente elevada, seguido de una rápida recuperación y la disminución de la presión arterial, constituye el escenario clínico más frecuente de encefalopatía hipertensiva.
La insuficiencia renal y la eclampsia en el embarazo son las condiciones médicas más comúnmente asociadas con una predisposición a la encefalopatía hipertensiva. Esto se debe a que la sobrecarga de líquidos en la eclampsia y los trastornos metabólicos en casos de uremia pueden contribuir aún más a la aparición de esta enfermedad. Aunque la encefalopatía hipertensiva puede ocurrir a cualquier edad, es más común en torno a la edad de 40 años, en parte debido a una mayor prevalencia de la eclampsia y la nefritis.
La mejor forma de prevención es el control de la presión arterial, por lo general con medicación antihipertensiva. Una vez que se ha producido el problema, el reconocimiento temprano de los síntomas y la disminución de la presión arterial darán lugar a una recuperación exitosa, por lo general en cuestión de horas a varios días. Por el contrario, un retraso en el reconocimiento de la condición dará lugar a déficits neurológicos permanentes e incluso la muerte.
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